Otro de los problemas que afectan seriamente a la
salud y del que algunas veces no queremos ser conscientes es el
maltrato en el ámbito familiar, especialmente la llamada Violencia
de Género, que es la que ejerce el hombre hacia la mujer haciendo
valer su supuesta supremacía, y que hasta no hace mucho tiempo era
algo asumido por la sociedad, que ha considerado a la mujer propiedad
del hombre. Por desgracia aún hay quien sometiendo a la mujer se
siente más hombre y quienes lo consideran un modelo a seguir como
antaño, y lo que es peor mujeres e incluso adolescentes que creen
ser propiedad de su hombre y aceptan cualquier vejación.
Este tipo de violencia es especialmente grave al
ocurrir en el seno de la familia donde se supone que existe una
relación de afecto, protección y respeto mutuo.
El maltrato puede ser físico o psíquico, siendo
este último el más difícil de reconocer tanto por la propia
víctima como por las personas de su entorno, y a su vez el que más
perdura en el tiempo y el que más secuelas puede dejar.
La víctima no siempre es consciente de su situación
y del maltrato que sufre, por lo que no busca la solución,
simplemente lo asume como algo normal e incluso se cree culpable de
la situación.
Por lo general, el agresor crea una estrategia de
control sobre la víctima para ejercer el dominio en la relación
que es aceptado por la víctima y del que no podrá salir fácilmente.
Para ello se vale de las amenazas, insultos, menosprecios y
vejaciones, etc., haciendo creer a la víctima que no vale para nada,
que no es nada sin él y que a él se lo debe todo. Llegando a la
violencia física si no para conseguir sus objetivos o simplemente
para reafirmar su poder.
Habitualmente aislará a la víctima para evitar
influencias externas, después controlará sus movimientos, cuando y
con quién sale, como viste, con quién se relaciona, y le hará
creer que todo lo que hace es por amor y por la relación. La víctima
quedará aislada a merced del agresor perdiendo su libertad.
Cuando la víctima es consciente de la situación se
encuentra sola sin nadie a quien contar por lo que pasa, unas veces
por el aislamiento al que ha sido sometida y otras por vergüenza o
temor a los reproches de quienes le advirtieron que no le convenía
esa relación.
En la mayoría de las ocasiones quienes estamos
fuera de ese círculo no llegamos a comprender como ha llegado a esta
situación, ni como ha soportado tanto, creemos que eso nunca nos
hubiera pasado a nosotros que nunca hubiéramos tolerado algo así
llegando a culpabilizar a la víctima restando importancia a lo
sucedido.
Lo cierto es que cuando la víctima llega a ser
consciente de su situación y decide dar el primer paso necesita
sobre todo mucha comprensión, ser escuchada y apoyada y no encontrar
obstáculos ni por parte de las administraciones ni por parte de
familiares y amigos, todo el apoyo que se le preste será poco.
Para quienes están pasando o han pasado por esto y
tratan de recuperarse y volver a una vida normal con libertad es un
camino largo y lleno de dificultades, seamos comprensivos y
pacientes.
Jaime Montes Rodríguez.
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